Mi nombre es Verónica, tengo 50 años y soy mamá de una maravillosa hija que pronto cumplirá 8 meses.

Después de varios intentos por quedar embarazada, mi médica de ese entonces me recomendó con la Dra. Tatiana, a quien conocí cerca de mis 42 años. Junto con mi esposo decidimos ir a una consulta. Tras realizar estudios y análisis, el resultado fue claro: mis óvulos no eran viables para concebir.

La Dra. Tatiana nos habló de la ovodonación como una alternativa para ser padres. Al principio me costó mucho aceptarlo. Reconozco que fue un proceso muy duro para mí; no eran mis óvulos, y eso dolía. Aun así, después de pensarlo y conversarlo en profundidad con mi esposo, decidimos intentarlo.

Para iniciar el tratamiento, tuve que someterme a cirugías, estudios dolorosos, análisis, y a la vez comenzar la búsqueda de una donante. Completamos formularios con detalles físicos como tez, color de ojos, entre otros. Luego de un tiempo, recibimos la noticia: había una donante compatible.

Realizamos cinco intentos, y uno de ellos dio resultado. Estábamos felices, ilusionados… pero durante el quinto mes de embarazo, el corazón de nuestro bebé dejó de latir. Fue devastador. Pasaron muchas cosas por mi cabeza y por mi corazón. Decidimos hacer una pausa, descansar unos meses, y comencé terapia psicológica. El tiempo seguía pasando, entre emociones, duelos y esperanzas.

Con el apoyo profesional y el amor de mi esposo, decidimos volver a intentarlo. Volvimos a completar formularios, y nuevamente tuvimos la suerte de encontrar rápidamente una donante —el tiempo apremiaba por mi edad.

Hicimos tres nuevos intentos. Uno de ellos fue el que nos cambió la vida para siempre: quedé embarazada de nuestra hija, ese ser tan deseado, tan esperado. Un regalo extraordinario.

Disfruté cada momento del embarazo, y hoy abrazo y beso a mi hija con todo mi corazón. Ella es la razón de mi vida, la luz después de tantas tormentas. Me transformó, me completó, me convirtió en mamá.