Mi nombre es Estefanía. Después de casi dos años de búsqueda y con el consejo de mi ginecólogo, llegamos a nuestra primera consulta con Tati. Desde ese momento, su calidez y profesionalismo nos hicieron sentir que estábamos en el lugar correcto. Nos indicó una serie de estudios y, tras algunos meses, recibimos una de esas noticias que uno nunca quiere oír: era necesario hacer un tratamiento. Fue un golpe duro, difícil de procesar, pero gracias al acompañamiento amoroso de la doctora, pudimos enfrentarlo con fuerza, incluso en medio del miedo y la incertidumbre.
Pasamos por una estimulación, una punción ovárica y luego, gracias a la magia del laboratorio comenzó el camino de la transferencia. La primera no resultó, la segunda tampoco… y con el último embrión, nuestra última esperanza, llegó por fin ese momento que tanto soñábamos: ¡el tan anhelado positivo!
Los primeros días fueron de una felicidad inmensa, indescriptible. Pero pronto aparecieron complicaciones: un hematoma que nos acompañó durante casi dos meses y puso a prueba nuestra calma y confianza. En todo ese camino, tanto en la búsqueda como en esos primeros meses tan frágiles, Tati estuvo ahí. Con amor, con paciencia infinita, con sus conocimientos y, sobre todo, con su presencia serena que nos devolvía la paz en los momentos más difíciles.
Y así, después de una verdadera montaña rusa de emociones, de miedos y esperanzas, en noviembre llegó a nuestras vidas nuestro amado Valentino, nuestro bebito fiu fiu, llenando cada rincón de amor y dándonos el regalo más hermoso que podríamos imaginar.